CIUDAD Y PODER; <<CAMIROAGA URBANO>>
“El espacio público ideal es un espacio de conflicto
continuo
y con continuas maneras de resolverlo
para que éste después se vuelva a reabrir”
David Harvey
La semana recién pasada pobladores, familias residentes del
campamento “Felipe Camiroaga” ubicado en la parte alta del sector Forestal, el
segundo más grande de Viña del Mar y quizás de Chile, irrumpieron en la agenda
festivalera para representar sus demandas barriales y locales.
Un hecho que, aunque muchos lo hubiesen querido, no pasó por
anécdota ni cosa aislada. Su irrupción concitó la preocupación y cobertura de
la prensa que hasta entonces se encontraba concentrada en la escena de glamour
local.
Episodios como estos, son indicativos de la proliferación de conflictos
urbanos de diversa naturaleza e intensidad en nuestras Ciudades hoy. Conflictos
que, las más de las veces, son soslayados a causa de la desinformación
interesada con que se construye opinión pública en estas materias y sobre los
cuales, resulta indispensable observar todas sus claves problemáticas.
La urbe es una estructura espacial representativa de la forma
– desigual – en que se realiza el producto social. En términos políticos, es también
una manifestación física de la esfera pública, por ende, un paisaje en el que
circulan y se tensionan diversos intereses en conflicto y en donde, en última
instancia, cristalizan los antagonismos estructurales de clase. La ciudad y el
territorio, su configuración espacial dinámica,
son una faceta más de una lucha por la hegemonía cultural, motivada por disputas
valorativas en el seno de la sociedad.
¿Qué alcances,
materiales y simbólicos, adquiere el proceso urbano y la lucha hegemónica que este
representa?
Esta diferenciación arbitraria y unilateral, cultural y
geográfica, no sería posible sin una operación (ideológica) de exclusión y
segregación sobre aquel “resto” socio territorial sobrante donde no se acumula.
En el pasado, aquel espacio diferencial (resto) fue objeto de diversos
discursos excluyentes y fronterizos; desde el tratamiento a la “barbarie” de
Vicuña Mackenna, el “higienismo” de los salubristas, los “panópticos” socializantes,
entre otros. Sin embargo, ninguno de ellos sostuvo una clausura total de la
alteridad (Bauman) y del encuentro con el “otro”, como ha ocurrido hoy en
tiempos del capitalismo global que gobierna hoy nuestras ciudades.
Lo de hoy es la invisibilización absoluta. Los desarrolladores
y grupos inversionistas parecieran ser los únicos agentes y actores conformadores
de realidad urbana, otros sujetos concretos capaces también de producir
socialmente ciudad y territorio resultan inapreciables e inexistentes. A la luz
de las autopistas, las nuevas ciudades privadas (incluyen malls, cines y equipamiento
para la policía) y los densos bordes costeros, se constituye a contracara una
periferia opaca y desconocida, una penumbra constituida hoy en frontera de
temor, inseguridad y horror al vacío.
Sin embargo, la realidad es otra. Por sobre los imaginarios dirigidos
y las ciudades simuladas, la dialéctica territorial no detiene ni su marcha y ni
su ascenso. Pese al refuerzo editorial, los conflictos por formar parte de la
esfera pública y el paisaje, no declinan sino que cunden. Más allá del ninguneo
o el reporte diario de violencia y decadencia, con que se encubren las brechas
y disparidades estructurales y el desencuentro en el habitar, los asentamientos
precarios, los viejos barrios cuyos residentes se han vuelto vulnerables o los
lugares en peligro de tugurizacion, luchan mancomunada y organizadamente para
exigir y ejercer verdadero poder público, en pro de una construcción social
territorial en base a una moral y significaciones distintas, en donde la marginación
y la desesperanza sean motivos de profunda indignación.
El campamento Felipe Camiroaga no solo manifestó para el
anecdotario festivalero su demanda ante la falta de servicios básicos (agua
potable, luz eléctrica, recolección de residuos). Se movilizó ocupando la
calle, por causa del hastío ante el ninguneo y la violencia sistemática
ejercida por el gobierno municipal al negar su gestión. Esta situación, es
precedida por un solapado juego de intereses especulativos e inmobiliarios, asociados
a las proyecciones de nuevas vialidades y ciudadelas privadas inscriptas en los
paños entre Curauma y el acceso a Viña del Mar (Las Palmas, Rodelillo), lugar
en donde radican hoy cerca de 4.000 personas, intentando permanecer sin ser
radicados a las periferias de Villa Alemana o Reñaca Alto a costos sociales y humanos
impagables y bajo la tenaz oposición de agentes públicos y privados que presionan
por el despeje del área, para así franquear
el paso a la creación de suelos de alto valor, eliminando hitos indeseados para
el deleite de estilos de vida basados en el derroche… y la ceguera.
Viña del Mar debió, al menos por breves instantes, dejar de
mirar el escaparate de su malograda y decadente línea costera y volcar la
mirada a sus mesetas, para mirarse y reconocerse en la verdadera Historia de su
poblamiento.
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