viernes, marzo 03, 2017

CAMIROAGA URBANO



CIUDAD Y PODER; <<CAMIROAGA URBANO>>



“El espacio público ideal es un espacio de conflicto continuo
y con continuas maneras de resolverlo
para que éste después se vuelva a reabrir”
David Harvey

La semana recién pasada pobladores, familias residentes del campamento “Felipe Camiroaga” ubicado en la parte alta del sector Forestal, el segundo más grande de Viña del Mar y quizás de Chile, irrumpieron en la agenda festivalera para representar sus demandas barriales y locales. 

Un hecho que, aunque muchos lo hubiesen querido, no pasó por anécdota ni cosa aislada. Su irrupción concitó la preocupación y cobertura de la prensa que hasta entonces se encontraba concentrada en la escena de glamour local.

Episodios como estos, son indicativos de la proliferación de conflictos urbanos de diversa naturaleza e intensidad en nuestras Ciudades hoy. Conflictos que, las más de las veces, son soslayados a causa de la desinformación interesada con que se construye opinión pública en estas materias y sobre los cuales, resulta indispensable observar todas sus claves problemáticas.

La urbe es una estructura espacial representativa de la forma – desigual – en que se realiza el producto social. En términos políticos, es también una manifestación física de la esfera pública, por ende, un paisaje en el que circulan y se tensionan diversos intereses en conflicto y en donde, en última instancia, cristalizan los antagonismos estructurales de clase. La ciudad y el territorio, su  configuración espacial dinámica, son una faceta más de una lucha por la hegemonía cultural, motivada por disputas valorativas en el seno de la sociedad. 

 ¿Qué alcances, materiales y simbólicos, adquiere el proceso urbano y la lucha hegemónica que este representa? 

Las clases dominantes imponen sus pautas en nuestras ciudades así como  lo hace en nuestra sociedad actual. Estas clases, que están sobre representadas no sólo en la esfera pública sino también – correlativamente – en el paisaje urbano, imponen su visión y tipos valorativos respecto de la modernización, el bienestar y la calidad de vida urbana, a objetos de traducirlos a mercancía y plusvalor en la ciudad.  Así, la dominación reproduce sus hábitos y predilecciones sobre la realidad y el cotidiano, según aquel paisaje que le es propicio; el de la híper acumulación de la renta urbana y el capital fijo infra estructural.  Consecuentes pues con la hegemonía, la prensa y sus editoriales hablarán del proceso urbano y de la ciudad virtuosa solo en función de lo ocurrido en los lugares de distinción, de alto plus valor y de mega inversión.     

Esta diferenciación arbitraria y unilateral, cultural y geográfica, no sería posible sin una operación (ideológica) de exclusión y segregación sobre aquel “resto” socio territorial sobrante donde no se acumula. En el pasado, aquel espacio diferencial (resto) fue objeto de diversos discursos excluyentes y fronterizos; desde el tratamiento a la “barbarie” de Vicuña Mackenna, el “higienismo” de los salubristas, los “panópticos” socializantes, entre otros. Sin embargo, ninguno de ellos sostuvo una clausura total de la alteridad (Bauman) y del encuentro con el “otro”, como ha ocurrido hoy en tiempos del capitalismo global que gobierna hoy  nuestras ciudades.

Lo de hoy es la invisibilización absoluta. Los desarrolladores y grupos inversionistas parecieran ser los únicos agentes y actores conformadores de realidad urbana, otros sujetos concretos capaces también de producir socialmente ciudad y territorio resultan inapreciables e inexistentes. A la luz de las autopistas, las nuevas ciudades privadas (incluyen malls, cines y equipamiento para la policía) y los densos bordes costeros, se constituye a contracara una periferia opaca y desconocida, una penumbra constituida hoy en frontera de temor, inseguridad y horror al vacío.


Sin embargo, la realidad es otra. Por sobre los imaginarios dirigidos y las ciudades simuladas, la dialéctica territorial no detiene ni su marcha y ni su ascenso. Pese al refuerzo editorial, los conflictos por formar parte de la esfera pública y el paisaje, no declinan sino que cunden. Más allá del ninguneo o el reporte diario de violencia y decadencia, con que se encubren las brechas y disparidades estructurales y el desencuentro en el habitar, los asentamientos precarios, los viejos barrios cuyos residentes se han vuelto vulnerables o los lugares en peligro de tugurizacion, luchan mancomunada y organizadamente para exigir y ejercer verdadero poder público, en pro de una construcción social territorial en base a una moral y significaciones distintas, en donde la marginación y la desesperanza sean motivos de profunda indignación.

El campamento Felipe Camiroaga no solo manifestó para el anecdotario festivalero su demanda ante la falta de servicios básicos (agua potable, luz eléctrica, recolección de residuos). Se movilizó ocupando la calle, por causa del hastío ante el ninguneo y la violencia sistemática ejercida por el gobierno municipal al negar su gestión. Esta situación, es precedida por un solapado juego de intereses especulativos e inmobiliarios, asociados a las proyecciones de nuevas vialidades y ciudadelas privadas inscriptas en los paños entre Curauma y el acceso a Viña del Mar (Las Palmas, Rodelillo), lugar en donde radican hoy cerca de 4.000 personas, intentando permanecer sin ser radicados a las periferias de Villa Alemana o Reñaca Alto a costos sociales y humanos impagables y bajo la tenaz oposición de agentes públicos y privados que presionan por el  despeje del área, para así franquear el paso a la creación de suelos de alto valor, eliminando hitos indeseados para el deleite de estilos de vida basados en el derroche… y la ceguera.


Viña del Mar debió, al menos por breves instantes, dejar de mirar el escaparate de su malograda y decadente línea costera y volcar la mirada a sus mesetas, para mirarse y reconocerse en la verdadera Historia de su poblamiento.