Por Gonzalo Gajardo Vistoso
* Precaución; el presente comentario es un desliz ideológico en respuesta a otro desliz ideológico.
“Yo soy el urbanista Valenzuela,
Quien debe solucionar
El más fundamental de los problemas
Que es el de transitar.
Yo me presento, hago mis planes
Y antes que usted diga ¿cómo hará?,
¡Tapo los hoyos, prendo las luces,
Corro las veredas para allá!”
La pérgola de las Flores
La pérgola de las Flores
Canción del Urbanista Valenzuela
* Precaución; el presente comentario es un desliz ideológico en respuesta a otro desliz ideológico.
En un artículo
titulado <<marcas del
subdesarrollo>> (revista “Que Pasa” julio 2015) Iván Poduje, arquitecto urbanista de fuste y
líder de la agencia “metropolítica”, reflexiona libre y resueltamente acerca de
la proliferación Graffittys en la ciudad de Valparaíso, abriendo fuegos según
reza;
“Lejos de ser inocentes manifestaciones sociales o de
arte callejero, los grafitis vandálicos profundizan la inequidad y afectan aún
más a las zonas carenciadas. Basta de minimizar el problema.”
La ciudad es una caótica
y compleja trama, material y simbólica, por donde al fin de cuentas se abre
paso la vida. Siendo así y más allá del volumen físico que la soporta, la
ciudad es en sí un gran discurso. Como tal, es intersubjetiva y está poblada de
“actores” con diversos intereses, que sintetizan y performatean colectivamente el
devenir y trascurrir de ese complejo sistema llamado urbe.
La ciudad es; flujo y
conflicto. Vale la pena entonces detenerse en las palabras de Poduje pues, no
son la inocua y aislada expresión de un experto sobre un problema más, sino la
voz de un actor con un claro y decidido propósito.
No nos referiremos a
cuestiones obvias; los Graffitys en la ciudad suelen ser expresiones de
“incivilidad”. Lo que importa aquí, es entender; cómo y desde dónde se aprecian
ideológicamente estos actos, junto al fenómeno urbano de fondo. Una expresión
de incivilidad, tificada incluso penalmente como falta menor es relegada, in –
curso, al universo simbólico de la violencia en calidad de “Vandalismo”. Calificada,
ni más ni menos, como patología urbana “agudizante de la inequidad y la
desigualdad en la ciudad”.
Los discursos civilizatorios
y segregatorios no son cosa nueva en Valparaíso. Durante buena parte del siglo
XIX y XX, distintas escuelas de planificación urbana se dieron maña para
trabarse, apelando a consignas sobre higiene y orden, en sendos proyectos de
remodelación areal del plan.
Más allá de los avances
de aquella ciudad progresista, los resultados finales de estas operaciones
fueron; la realización urbana del capital mediante la aceleración de la
circulación (mercancías) y la contención de los pobres fuera de la polis. Se
configura así el barrio almendral como síntesis especulativa del suelo y la
avenida Colón, en el piemont, como limes de la barbarie.
Hoy, los afanes de
una polis concreta y central han cedido lugar a la geografía de redes y centros
dispersos. Valparaíso se ve a sí mismo como “global”. Pero la operación ideológica
capitalista sobre la ciudad y el espacio público, sigue siendo la misma y más
feroz; la idea ahora, no es contener sino expulsar.
Los infestos y
ruines de ayer son los vándalos urbanos de hoy. Esta vez, el sujeto indeseado pierde
rostro, cuerpo y lugar. Muta en una suerte de encapuchado invisible que, al no
estar en ninguna parte, se halla presente en todas. Circula en masa en calidad
de “enemigo público”, colándose cancerígeno por cuanto espacio hay.
Asociar el Graffitty
a la tugurización de la ciudad en nuestro contexto, constituye una pintoresca y
criolla formula discursiva, por decir lo menos, de amplificación del sujeto de
control. Pero, su brutalidad no es
menor. Son estas las sugestivas formas de alienación del cuerpo y la presencia en
la ciudad global, la hora del estigma y la neo criminalización ha llegado.
La ciudad higiénica metamorfosea
en ciudad segura. El gobierno y la gestión urbana, van adquiriendo un grave y peligroso
giro conservador en base políticas locales de “tolerancia cero”. No es baladí, que se citen casos de planes de
gobierno urbano de corte policial como el “Mayor`s
anti graffitty taks force”, algo así como; “fuerza municipal de combate al
rayado” inaugurada por el alcalde de Nueva York Rudolph Giuliani.
Lo de Poduje no es más
que un lamentable ensayo de exclusión discursiva, en pro sin duda de un nuevo
empeño de renovación urbana, en un
Valparaíso en buena medida obsoleto. Un arriesgado
intento también, de legitimidad ante el inminente conflicto generalizado por la
apropiación (material y simbólica) de los recursos en la economía urbana, que
está por venir.
El nuevo intento por
planificar una extensa área virtuosa, irá esta vez de la mano de la híper densificación
y la construcción en altura, recibiendo el influjo del patrón inmobiliario del
Santiago metropolitano y la energía “destructiva y creadora” (parafraseando a
Marx) emanada del centro de comando y control del capital financiero
especulativo.
A esta hipótesis de
área se opondrán tenazmente, con grados más menos de eficaz concertación; el territorio reticular, los mundos de vida y
lugares intersticiales de “esperanza” de los actores porteños. Pugnarán por una
gobernanza urbana del capital, en la ciudad y el espacio público, basada en el reconocimiento y la inclusión.
El proceso urbano es
violento, porque el primer acto de implantación capitalista siempre lo es. La
renovación urbana sin conceso ni gobierno, basada en el ultra beneficio
inmobiliario traerá indefectiblemente consigo; aguda segregación socio espacial
y gentrificación, la más sistemáticas y sofisticadas formas de inequidad y violencia
ejercidas sobre la población.