sábado, noviembre 24, 2018




BRUTALIDAD TRANSPARENTE

Nueva institucionalización de la violencia policial 

El tractor da marcha atrás. El conductor y el joven acompañante vuelven sobre sus pasos, de seguro a una velocidad menor por el alcance de la máquina. Huyen, saben que – con o sin causa – son una presa salida del bosque, apetecida por los cazadores.

Las ráfagas se multiplican. Los tiros impactan en el móvil. Cunde el terror en los muchachos, conductor y acompañante. Uno es alcanzado por la espalda, mientras los policías disparaban casi por deporte, ajenos a toda doctrina, protocolo y estándar establecido. Así quedo al menos de manifiesto, tras las indagaciones del fiscal.

El testimonio de un menor de edad ha sido clave para el esclarecimiento, al menos parcial, de los acontecimientos. Rendido, arrestado, golpeado y encarcelado es sindicado en los partes como coautor de un crimen. La arrojada acción de personal de derechos humanos, consigue sacar a la luz su relato y salvarle quizás de un nefasto destino. 

Es un hecho brutal. No obstante aquello, tanto el ministro del interior como el general director de la policía uniformada se limitan durante las primeras horas, con abulia, a ratificar los sucesivos partes policiales, sin más racionalización que la propia facticidad de la brutalidad. Sin ningún asomo de ponderación institucional y política de aquella.
  
Transcurridas las horas, emplazados y compelidos por la prensa a responder por el uso desmedido de la fuerza ante un delito común, el ministro del interior retoriza  con el imaginario de la <<presencia policial>>. Un sonso devaneo, un discurso incapaz de conceptualizar la frontera de la legalidad y legitimidad de los actos incurridos.  

El general director por su parte, explica – al nivel del cinismo – la brutalidad a partir de la doctrina de lo <<impredecible>>, una suerte de economía de lo colateral (sugiero ver las respuestas de la diputada Carmen Hertz). Lo último, fue el intento de <<humanización>>, en la destrucción de un chip que evidenciaría el error procedimental y táctico cometido. Similar lógica ocurre a la hora de desmentir los falsos partes.

Así pues, la brutalidad se nos hace normal, inocua, transparente. Un ente incorpóreo, un espectro inasible al  brazo de ley, la moral y la ética. Un estado de barbarie de contornos difusos, de difícil reproche. Un sofisticado virus troyano, que penetra las barreras del viejo estado de derecho, que inocula indiferencia, naturalidad, a veces sensiblería.

La violencia es estructural, se ha dicho desde Hobbes hasta Bourdieu. Las sociedades se han dado maña – poder y cultura mediante – para contener y conducir aquella <<ley sagrada>>. Hoy nos enfrentamos a algo distinto, la era global es la era de la brutalidad; un tipo de violencia cuyas magnitudes y flujos, al igual que la mercancía, supera las escalas de lo conocido. En nuestras sociedades, la brutalidad pugna por ser institucionalizada. De ahí pues, la proliferación de estas facetas estupidizantes, presentes  en el discurso de aquellos llamados a ser garantes de su caución.

Sobre esto hay mucho escrito. No es menester abundar aquí. Lo importante es preguntarse, cómo un país medianero como el nuestro ha llegado hasta este umbral. Esto empieza pues, desde mucho antes. Cuando el estamento político cede a la comodidad y confort de la lógica de control ofrecida por las policias. Cuando comienza a despuntar la figura del nuevo  <<estado corporativo>> en nuestro siglo. No es casualidad que la brutalidad aflore en una zona geográfica, diferencial y deliberadamente empobrecida, para la expansión del capital. 

Ahora es el turno de la derecha neoliberal de ofrecer respuestas. Su excelencia el presidente de la república se encuentra de gira por la zona. No se sabe muy bien, si para contención política o para reificación de la brutalidad transparente. Por lo pronto, vale la pena detenerse en los últimos gestos y palabras del ministro de justicia Hernán Larraín quien, en su discurso del <<caiga quien caiga>> ha decidido al parecer, desmarcarse de la nueva forma de institucionalización.