jueves, septiembre 10, 2015

PODUJE "EL VÁNDALO"




Por Gonzalo Gajardo Vistoso


“Yo soy el urbanista Valenzuela,
Quien debe solucionar
El más fundamental de los problemas
Que es el de transitar.
Yo me presento, hago mis planes
Y antes que usted diga ¿cómo hará?,
¡Tapo los hoyos, prendo las luces,
Corro las veredas para allá!”


La pérgola de las Flores


Canción del Urbanista Valenzuela


* Precaución; el presente comentario es un desliz ideológico en respuesta a otro desliz ideológico.


En un artículo titulado <<marcas del subdesarrollo>> (revista “Que Pasa” julio 2015)  Iván Poduje, arquitecto urbanista de fuste y líder de la agencia “metropolítica”, reflexiona libre y resueltamente acerca de la proliferación Graffittys en la ciudad de Valparaíso, abriendo fuegos según reza;

“Lejos de ser inocentes manifestaciones sociales o de arte callejero, los grafitis vandálicos profundizan la inequidad y afectan aún más a las zonas carenciadas. Basta de minimizar el problema.”

La ciudad es una caótica y compleja trama, material y simbólica, por donde al fin de cuentas se abre paso la vida. Siendo así y más allá del volumen físico que la soporta, la ciudad es en sí un gran discurso. Como tal, es intersubjetiva y está poblada de “actores” con diversos intereses, que sintetizan y performatean colectivamente el devenir y trascurrir de ese complejo sistema llamado urbe. 

La ciudad es; flujo y conflicto. Vale la pena entonces detenerse en las palabras de Poduje pues, no son la inocua y aislada expresión de un experto sobre un problema más, sino la voz de un actor con un claro y decidido propósito.

No nos referiremos a cuestiones obvias; los Graffitys en la ciudad suelen ser expresiones de “incivilidad”. Lo que importa aquí, es entender; cómo y desde dónde se aprecian ideológicamente estos actos, junto al fenómeno urbano de fondo. Una expresión de incivilidad, tificada incluso penalmente como falta menor es relegada, in – curso, al universo simbólico de la violencia en calidad de “Vandalismo”. Calificada, ni más ni menos, como patología urbana  “agudizante de la inequidad y la desigualdad  en la ciudad”.

Los discursos civilizatorios y segregatorios no son cosa nueva en Valparaíso. Durante buena parte del siglo XIX y XX, distintas escuelas de planificación urbana se dieron maña para trabarse, apelando a consignas sobre higiene y orden, en sendos proyectos de remodelación areal del plan. 

Más allá de los avances de aquella ciudad progresista, los resultados finales de estas operaciones fueron; la realización urbana del capital mediante la aceleración de la circulación (mercancías) y la contención de los pobres fuera de la polis. Se configura así el barrio almendral como síntesis especulativa del suelo y la avenida Colón, en el piemont, como limes de la barbarie.    

Hoy, los afanes de una polis concreta y central han cedido lugar a la geografía de redes y centros dispersos. Valparaíso se ve a sí mismo como “global”. Pero la operación ideológica capitalista sobre la ciudad y el espacio público, sigue siendo la misma y más feroz; la idea ahora, no es contener sino expulsar.

Los infestos y ruines de ayer son los vándalos urbanos de hoy. Esta vez, el sujeto indeseado pierde rostro, cuerpo y lugar. Muta en una suerte de encapuchado invisible que, al no estar en ninguna parte, se halla presente en todas. Circula en masa en calidad de “enemigo público”, colándose cancerígeno por cuanto espacio hay.

Asociar el Graffitty a la tugurización de la ciudad en nuestro contexto, constituye una pintoresca y criolla formula discursiva, por decir lo menos, de amplificación del sujeto de control.  Pero, su brutalidad no es menor. Son estas las sugestivas formas de alienación del cuerpo y la presencia en la ciudad global, la hora del estigma y la neo criminalización ha llegado.    

La ciudad higiénica metamorfosea en ciudad segura. El gobierno y la gestión urbana, van adquiriendo un grave y peligroso giro conservador en base políticas locales de “tolerancia cero”. No es baladí, que se citen casos de planes de gobierno urbano de corte policial como el “Mayor`s anti graffitty taks force”, algo así como; “fuerza municipal de combate al rayado” inaugurada por el alcalde de Nueva York Rudolph Giuliani.

Lo de Poduje no es más que un lamentable ensayo de exclusión discursiva, en pro sin duda de un nuevo empeño de renovación urbana, en un Valparaíso en buena medida obsoleto.  Un arriesgado intento también, de legitimidad ante el inminente conflicto generalizado por la apropiación (material y simbólica) de los recursos en la economía urbana, que está por venir.

El nuevo intento por planificar una extensa área virtuosa, irá esta vez de la mano de la híper densificación y la construcción en altura, recibiendo el influjo del patrón inmobiliario del Santiago metropolitano y la energía “destructiva y creadora” (parafraseando a Marx) emanada del centro de comando y control del capital financiero especulativo.

A esta hipótesis de área se opondrán tenazmente, con grados más menos de eficaz concertación;  el territorio reticular, los mundos de vida y lugares intersticiales de “esperanza” de los actores porteños. Pugnarán por una gobernanza urbana del capital, en la ciudad y el espacio público,  basada en el reconocimiento y la inclusión.   

El proceso urbano es violento, porque el primer acto de implantación capitalista siempre lo es. La renovación urbana sin conceso ni gobierno, basada en el ultra beneficio inmobiliario traerá indefectiblemente consigo; aguda segregación socio espacial y gentrificación, la más sistemáticas y sofisticadas formas de inequidad y violencia ejercidas sobre la población.

Según el contexto, a luz de la cuestión material del discurso en la ciudad, el único vándalo en escena es el propio Iván Poduje.        

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